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Boscolo, in memoriam

Autor: Javier Ortega Allué

Boscolo2Hace apenas unas semanas, con el año recién inaugurado, llegó desde Milán la triste noticia del fallecimiento de L. Boscolo, uno de los fundadores, junto a Mara Selvini, Gianfranco Cecchin y Guliana Prata, del Centro per lo studio della Famiglia, núcleo y origen de lo que nosotros conocemos como Escuela de Milán (Milan Approach).

Boscolo se graduó en medicina y pediatría en la Universidad de Padua recién comenzada la década de los sesenta. Para ampliar sus estudios, viajó a los Estados Unidos y allí se especializó en psiquiatría y psicoanálisis durante algunos años. De regreso a Italia, se instaló en Milán para trabajar desde el modelo psicoanalítico con familias y parejas, pero la insatisfacción que ese trabajo le generaba y la necesidad de abrirse a las nuevas aportaciones que desde el comunicacionalismo y la terapia estratégica de Palo Alto llegaban le llevó, en 1967, junto con Cecchin, a formar parte del equipo que lideraba Mara Selvini y que un poco después,  en 1971, rompería con la ortodoxia de la epistemología psicoanalítica por considerarla contradictoria con los postulados sistémicos.

Fueron los años setenta un período fecundo para la terapia sistémica italiana, vivificada por la influencia de la obra del antropólogo G. Bateson.  Algunos de sus frutos se darían a conocer en artículos y libros de gran calado y trascendencia. Durante buena parte de este tiempo, trabajaron reuniéndose dos veces por semana y viendo a dos familias cada vez, con un modelo estricto de intervención en cinco fases, haciendo de la contraparadoja o el doble vínculo el elemento crucial de su práctica. La observación desde detrás del espejo,  la prescripción paradójica y, por supuesto, la connotación positiva y el interrogatorio circular fueron elementos esenciales de su forma de trabajar y, desde entonces, también de nuestra cultura terapéutica.

Tanta inquietud creativa e investigadora tenía que someter por fuerza al equipo de Milán a fuertes tensiones intestinas que, de forma paulatina, acabarían produciendo un distanciamiento en los intereses y miradas. En 1978, Boscolo y Cecchin  deciden primar la formación y docencia en terapia frente a lo que había sido y seguiría siendo una característica del Grupo de Milán, su continuo desarrollo de la investigación en terapia. El desapego fue paulatino y, aunque los equipos diferenciados de Boscolo y Cecchin por un lado y de Mara Selvini y Giuliana Prata por el otro cohabitaron en la sede del “Centro” durante algún tiempo, trabajando en direcciones diversas, el punto y final de aquella relación se acabó conociendo en 1982, con la creación del Nuevo Centro para el estudio de la familia por parte de Selvini.

Boscolo y Cecchin fundaron el Centro Milanese di terapia della Famiglia, y siguieron interesándose por temas relacionados con los nuevos modelos narrativos, con las perspectivas constructivista y del construccionismo social o con los postulados básicos de las filosofías de la posmodernidad.

Uno de sus últimos libros lo dedicó Boscolo a incidir en la importancia de la perspectiva del tiempo en los sistemas, variable que se ha reintroducido y completa, dotando de mayor complejidad, al aquí y ahora que ha sido otro de los insignes caballos de batalla de la terapia sistémica. El tiempo de la vida, el tiempo de los diferentes momentos del ciclo vital de una familia y, en suma, también el tiempo del ritual terapéutico, en el que juntos la familia, el terapeuta, el paciente identificado van a pasar de un estado a otro, de la “enfermedad” a la “salud”, de la disfuncionalidad a la capacitación. Toda vida es tránsito marcado por rituales. La muerte tiene también los suyo y por eso, como los viejos romanos, nos atrevemos a esperar que para Luigi Boscolo la tierra le sea ligera.

Del Blog de Javier Ortega Allué

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