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Ménage à trois y otras variaciones relacionales de la psicoterapia de pareja

Autor: Claudio Des Champs

Fe en el vínculo o el desafío del Ménage à Trois, à quatre o à cinq o más

“El amor es pues, entre otras cosas, ese sentimiento que hace nuevas las viejas palabras, que estimula la respuesta complementaria y concluye fortaleciendo el vínculo. El rencor es un afecto que cristaliza la palabra reiterada, que estimula la réplica contradictoria y que culmina en la violencia. La curiosidad es una posición que alienta la búsqueda, que no se satisface en la negación de lo dicho por el otro y cuya amplificación enriquece el entendimiento y solidifica el vínculo”

Mianovich Miguel, 1973 (1)

Introducción: contexto actual

Sucede que dado las crisis sociales, los vertiginosos cambios, la inestabilidad de los contextos laborales actuales descriptas en “La Corrosión del Carácter de Richard Sennet (2) y las características de los “vínculos líquidos” tan difundidos por Zygmunt Bauman (3), muchas personas pertenecientes a diversos grupos etarios y a distintos sectores de la sociedad, pierden la fe en el vínculo de pareja o para ser más preciso, pierden los parámetros, los valores y costumbres que funcionaban como mapas de orientación de conductas aprobadas y no aprobadas por las parejas. Por eso algunos van en busca de nuevos vínculos en otras geografías, a través de internet por ejemplo, para asegurarse un cierto tiempo de diálogo para conocer a la persona como tal, antes de precipitarse compulsivamente a convivencias. Tal vez les esté pasando lo mismo a muchos seres humanos de este convulsionado planeta. Y a nosotros: ¿qué nos está pasando al respecto? Tal vez oscilamos entre la confianza y la desconfianza respecto a nuestros semejantes. Depende de quién estemos hablando. O por lo que estemos transitando y de como lo afrontamos.

Pero el problema, es como el de esa persona que consulta al psiquiatra porque el hermano cree que es una gallina y entonces el doctor le dice: “pero hombre, ¡intérnelo ya!!”. A lo cual el hombre le contesta: “Imposible doctor, necesito los huevos”. Parece que de hecho, como dice Woody Allen en uno de sus películas, “mantenemos las relaciones, porque las necesitamos”. Y también, por esas “razones del corazón que la razón desconoce“, como decía el filósofo francés, Blaise Pascal. En busca de esas “razones del corazón”, los resultados de una investigación dirigida por una reconocida investigadora argentina, la Dra. Martina Casullo, concluyen que el atractivo físico y el desempeño sexual no son para los adolescentes de hoy (entre 13 y 25 años), razones para ponerse de novios y menos para enamorarse. En cambio, les importa la atracción mutua en términos románticos, el amor, la confianza, la simpatía y la madurez emocional. Más allá de la evolución en el tiempo y de las cuestiones propias del ciclo vital de los seres humanos, parece que lo que no sólo nos sostiene sino que también nos energiza y nos permite construir la esperanza de una mejor ecología relacional, son los vínculos amorosos con nuestros congéneres, los cuales necesitan enraizarse en la confianza mutua, en la sabiduría emocional y naturalmente en los pequeños actos de la vida cotidiana. Por otra parte, la riqueza de una relación amorosa, portadora de amor dado y recibido, constituye un mundo de acontecimientos que ningún lenguaje articulado bastaría para explicarlo.

Uno de los grandes desafíos de la pareja: el “Ménage à trois”:

“No deberíamos sólo pensar en el Vínculo, deberíamos concentrarnos en él. Pensar crea la idea del vínculo, concentrase en él crea la relación en sí. Sólo la relación crea la experiencia y por lo tanto, la posibilidad del aprendizaje y del despliegue evolutivo de una pareja.”

Uno de los grandes desafíos de la pareja es pasar de la fase de fusión inicial, hoy rápidamente generada por la casi inmediata convivencia que mencionaba anteriormente. Incluso los miembros de una pareja joven ( o no tanto) pueden convivir en el hogar familiar de una de las partes, en la casa de los padres de él o de ella. De esta etapa y estado primigenio, dos seres distintos pretenden pasar de estar juntos siendo un poco uno, en donde uno más uno suma menos que uno, a una fase posterior, a veces basada en un intercambio más rico, generalmente fruto de un proceso, de un desafiante e inteligente trabajo relacional, nutrido por la voluntad, el afecto, el deseo de construir y gozar en común, la disposición de atravesar crisis, enfermedades y pérdidas, apoyándose mutuamente. En esta fase o etapa del ciclo vital de la pareja, es en la cual aparece la posibilidad de diferenciarse y de confrontar y seguir adelante. O no. De hecho, en los últimos años, las uniones son rápidas y las separaciones y divorcios también.

Este momento, crucial en el devenir de una pareja, cuando se percibe al otro como diferente, sería el de la relación triangular o “ménage à trois”. No me refiero al sentido clásico de esta expresión que alude a una tercera persona involucrada en la relación diádica, de una u otra manera, incluso con el consentimiento explícito de la pareja original, sino donde, a la suma de uno más uno, se le suma la relación, ese “tercero” virtual, que suma mucho más que tres, que está entre dos personas que se diferencian una de otra pero que tienen en común algo que los incluye y al mismo los trasciende a ambos: un territorio inexplorado de intersección entre dos mundos. Serían él, ella y la relación que ambos eligen, sostienen y construyen en un contexto determinado y en determinadas circunstancias. Este último punto, la co-construcción del vínculo amoroso, es gradual, requiere compromiso, actos y una actitud de co-responsabilidad recíproca de ambos protagonistas.

Diversos autores, como por ejemplo Michael White, mencionan esta tercera parte de una relación de pareja, no sólo en función descriptiva sino también y especialmente, en función de una propuesta de trabajo psicoterapéutico. En el caso de White, lo utiliza para su conocido concepto de externalizar la situación de conflicto o sea, sacarla del ”interior” de las personas que, en este caso, componen la pareja, o de la pareja misma como tal, para abordarla, junto a la pareja, casi como si fuese una entidad autónoma llamada “la relación”. La cual, naturalmente, tiene que ver con ambos miembros de la pareja, es de hecho, responsabilidad de ellos, sin embargo no es la pareja en sí, ni intrínsicamente sus componentes individuales sino lo que éstos deciden hacer o dejar de hacer con la misma. Más allá del mencionado concepto de externalización , si la pareja puede hablar en estos términos, se puede decir que al pasar de una especie de fusión, donde no se sabe donde termina uno y donde empieza el otro, comienza la construcción de una alianza implícita pero sobre todo explícita, desde un lugar de clara diferenciación uno del otro, que les permitirá dialogar o sea comenzar a aprender a escucharse mutuamente y percibir y entender claramente de esta manera, los aspectos afines, aquello que tienen en común y los aspectos que los diferencian, que los distinguen como seres provenientes de distintas “tribus” familiares de origen, las cuales, muchas veces, estimulan la discusión, las comparaciones, las criticas y la cama conyugal se llena de personajes virtuales, algunos de los cuales se visitan los fines de semana. Sólo a partir de limpiar el terreno de la pareja y sólo entonces, podrán construir un sólido y gratificante proyecto en común.

Recuerdo la escena de una película en la cual la pareja, en la habitación conyugal, más precisamente en el lecho conyugal, discuten acaloradamente y poco a poco, aparecen miembros de la familia de origen de cada uno de los cónyuges y les hablan al oído. Estos personajes, en realidad no están en la escena real sino que el director se los muestra al espectador para que podamos ver quienes son los interlocutores internos que les dictan el guión de la discusión que sostiene la pareja. Poco a poco, la pareja al principio en plena escalada simétrica, va calmándose, escuchándose y entonces, gradualmente, desaparecen, uno por uno, los personajes que representan los interlocutores internos y la pareja en cuestión, recupera su intimidad.

El logro de esta particular alianza amorosa, supone otorgarle un valor importante a la relación, lo cual supone a su vez, no tratar de imponer lo que le conviene a uno o al otro, sino comprender si “esto o aquello” perjudica o beneficia a la relación. De ahí que, como ya fue dicho, toda pareja es siempre un poco, un “ménage à trois”, como si siempre fuesen tres viviendo de a dos: él, ella y la relación que comparten.

En el marco de una relación de pareja, no alcanza con saber si aquello que dices o haces es bueno para ti o para mí.
Tampoco si aquello que digo o hago es bueno para mí.
Habría que preguntarse si es bueno para la Relación, si la nutre, contribuye a construirla o por el contrario, la maltrata o la amenaza. La contribución individual a la relación terminará beneficiando a ambos integrantes

El 2o “Ménage à trois”: el “Genograma Terapéutico” (Des Champs C., 2007)
El otro “ménage à trois”: la presencia requerida, intrusiva, curiosa, discreta, provocadora, apaciguadora, perturbadora, catalizadora, desestabilizadora y contenedora del terapeuta. O de los terapeutas individuales. Y/o de los ocasionales amantes.

Viviana y José ( nombres ficticios), ambos en los treinta y tantos años de edad, él muy cerca de los 40, tienen dos hijas, de 8 y 14 ; ella, profesional, investigadora y él comerciante, ambos bastante viajeros por razones profesionales y laborales. Llegan a terapia de pareja derivados por el terapeuta individual de él e independientemente del genograma de ambos que comprende a sus respectivos padres y familiares de origen, tienen un no tan infrecuente genograma terapéutico (término acuñado por mí para la ocasión), por lo menos en la Argentina: José tiene su terapeuta individual varón y Viviana tiene su terapeuta individual mujer. Para enriquecer aún más lo que ya constituye un sistema bastante complejo, se agrega la variable de la presencia de un amante, un colega de ella y también, la cuestión de algunas infidelidades de él, por aquí y por allá (recuerden que viaja por negocios), sin apego afectivo en este último caso.

El todo es más, mucho más, que la suma de las partes:

Por lo tanto somos 3 en el entramado terapéutico formal pero 5 en el virtual: la pareja, los terapeutas individuales y yo; y somos por lo menos uno más, en el escenario de la comedia dramática de esta terapia, el amante de ella, cuya presencia más virtual que física, pero presencia al fin, mucho más teniendo en cuenta el realismo de los actuales medios de comunicación, nos acompañará durante casi todo el tiempo de la terapia de pareja y ocupará una buena parte de las conversaciones de las sesiones.

La pareja, además, como ya lo dije, tiene dos hijos, un varón de 8 y una adolescente de 14. Conviven hace unos 18 años. Son actualmente dos personas exitosas en el plano laboral.

Llegan en plena crisis, cuando él descubre lo que sospechaba hace un buen tiempo, la presencia de un tercero. Antes de ello, habían tenido algunas sesiones de pareja con la terapeuta de ella en las que se habló de la posible infidelidad pero en ese escenario, se ocultó e incluso se negó el hecho frente a preguntas directas por parte de José. Acotemos que la terapeuta individual conocía muy bien el tema.

Luego de la revelación de estas cuestiones, ambos reconocen el hecho y más allá del enojo y del dolor, pactan hacer terapia de pareja y sobre todo, terminar con las cuestiones extramatrimoniales. La 2a parte del pacto, dura menos que las alianzas políticas. Ella continúa un buen tiempo en contacto virtual intenso con su amante y con algún contacto personal más esporádico. Y el juego vuelve a ser descubierto ya empezado el tratamiento de pareja. Estas cuestiones, además de la crisis de pareja, cuya “liquidez” o sea “fragilización” del vínculo en términos de Bauman, autor del conocido ensayo, “El Amor Líquido”, dificultan mucho el encuadre, tanto como el de aquella mujer celosa que en plena terapia de pareja, le pagó a una supuesta vendedora para que sedujera al marido y así poder comprobar lo bien fundado de sus sospechas, estas cuestiones repito, casi me rompieron o dificultaron bastante, el encuadre. Y así como pusieron mi paciencia a prueba también, porque no decirlo, tuve que contener a veces, una franca carcajada frente a esta comedia de enredos, recordando por momentos la genial película constructivista de Woody Allen, “Melinda, Melinda”. En particular cuando ella le decía que “no quería sentirse coartada en su desarrollo profesional” y él le contestaba con cierto fastidio, que “él no quería coartar ningún desarrollo académico sino que exigía que ella cortara su relación con su colega amante.”

De “los tuyos los míos y los nuestros”, característicos de las familias ensambladas, “al mío el tuyo y el nuestro” de las terapias de pareja:

Por ello me refiero a la presencia de los terapeutas individuales y a la mía. En este caso, no siempre es así, el terapeuta individual de él, acompañó el primer tramo y luego rápidamente, le propuso a José que se focalizara en su terapia de pareja conmigo. La terapeuta de ella en cambio, tal vez más apegada al escenario terapéutico, prosiguió con la terapia y creaba la sensación de fuerte complicidad con ella, lo cual sería confirmado más adelante por la propia consultante. Durante su terapia, la terapeuta habría habilitado a Viviana a “explorar y vivir nuevas experiencias”, con ese delicioso vocabulario new age, de “liberar su ser interior” y ese tipo de cosas. Vale la pena acotar que Viviana no concebía esto hecho a sabiendas de él, o sea no aceptaba la infidelidad como modalidad de la pareja y desde ya, se oponía fervientemente a que él le fuera infiel. Finalmente, ella decidió dejar a su terapeuta individual y entonces sólo fuimos tres. Por lo menos en el setting terapéutico.

Más allá de las intervenciones y de los vaivenes de la terapia en si misma, pretendo exponer públicamente un escenario terapéutico bastante común en mi experiencia y en la de muchos colegas y el desafío que el mismo implica: la presencia de los terapeutas individuales, como ménages à trois, “a quatre” y “a cinq”, donde a veces, más allá de la indudable profesionalidad y buena intención de estos, los terapeutas individuales, se percibe claramente el interés por su cliente y no siempre por la relación. Lo cual no quita que haya que rescatar alguna pareja de una terapia de pareja. Pero siguiendo con el encuentro del binomio terapeuta- consultante, este último integrante de una pareja, quien esto escribe, reconoce que, cuando un integrante de una pareja me habla del otro u otra en cuestión, inevitablemente me invento una imagen de ese otro u otra que rara vez coincide con la realidad. La ventaja de nuestra orientación es que si a mi me hablan mucho de alguien y ese alguien es citable, yo, como muchos colegas sistémicos, terminaré citándolo y tratando con ese ser de carne y hueso y la imagen previa, creada por mi imaginación a través del relato del otro miembro de la pareja, se irá desvaneciendo.

Volviendo a la relación terapéutica, me refiero simultáneamente a la de la pareja en si mismo, más a la de cada miembro con su terapeuta individual, a la de la pareja con el terapeuta de pareja y a la de los terapeutas involucrados entre sí, se comuniquen o no entre ellos. Se conozcan o no entre sí. Sumémosle a esto, la variable, de la advertida o inadvertida rivalidad, celos profesionales, teorías y prácticas no compartidas de estos tres terapeutas involucrados y tendríamos, una trama terapéutica de gran complejidad a la que estamos bastante acostumbrados, lo cual no es ni necesariamente bueno ni malo pero sí desafiante y peculiar.

Por otra parte, la escena que describo como un observador participante, que eventualmente puede contar con un equipo o con un supervisor en términos de una primera cibernética, de sistemas observados, en realidad me incluye y por lo tanto, también interrogo introspectivamente al tercer integrante del encuentro en cuestión, al terapeuta allí presente. O sea a mi mismo:

¿Qué me va pasando a mi hasta ese momento con todo esto? ¿Cómo me voy sintiendo físicamente?: ¿oprimido, tenso o cómodo y relajado? ¿O tal vez alerta y expectante? ¿Trabajando en equipo con los terapeutas individuales o en plena confrontación de estilos, ideas y tipo de intervención? El sinfín de señales corporales, además de los contenidos que provienen de las conversaciones con los otros terapeutas, me habla, me influye, me perturba y me interroga a mi también. Me empieza a alertar de mis sensaciones, de mis nacientes emociones que tal vez se disipen o se instalen y entonces deberé hacer algo al respecto.

El Trabajo Terapéutico Relacional:

En cuanto al trabajo terapéutico de esta terapia en particular, se centró en una narrativa del aprendizaje consensuado de la FIDELIDAD y EL COMPROMISO RELACIONAL con mayúscula: o sea , cuestionamos -y remarco el uso del de la primera persona del plural, propio de la alianza terapéutica-, los hechos que atentaban contra “la relación” y buscamos actitudes que ayudaban a la misma, generando un nuevo lenguaje y por lo tanto una nueva realidad, nuevos códigos de conducta, nuevos pactos relacionales. O también podríamos decir, que recuperamos algunas bases fundacionales del proyecto inicial de pareja con miras a forma una familia. La idea central fue ir corriendo a los personajes secundarios para devolver el protagonismo a los integrantes de la pareja y que más allá de los otros en cuestión, terapeutas y amante incluidos, la pareja se adueñara otra vez de sus decisiones y creara una ecología relacional adaptada a sus propias necesidades y gustos.

La psicoterapia duró unos diez meses con algún intervalo por vacaciones y viajes profesionales de ambos, algunos particularmente riesgosos pero que la pareja sorteó con determinación e inteligencia.

Una escena emblemática del escenario terapéutico mencionado, es cuando el ménage à trois terapéutico, el trío, pareja y yo, mirábamos un almohadón de mi consultorio que simbolizaba la relación de pareja, colocado entre ellos, sobre una silla , y conversábamos sobre lo que sería mejor en tal o cual situación para “Ella”, la relación de pareja. De esta manera, nombrarla, mirarla y a veces, tocar el objeto que representa aquello de lo hablamos y nos ocupamos, le da presencia tangible: se trata de algo delicado, vulnerable, frágil, agradable que depende de los dos, parecido al cuidado de un niño pero definitivamente distinto.

La reiteración de estas escenas y la imaginación de los protagonistas hará que se vuelva prácticamente real, que puedan dialogar sobre “Ella” y desde ahí, decidir, en buenos términos qué hacer al respecto.

El Diálogo, la experiencia personal, la creación de la obra y algunas reflexiones sobre la pareja

El siguiente diálogo entre dos actores argentinos, Susana Cart y Arturo Bonin, pareja en la vida real y co- protagonistas de dos comedias reflexivas sobre la pareja (“Hasta que la Vida nos Separe” y “Como Ríe la vida”), expresan, a mi juicio, la inteligencia emocional y la actitud proactiva de los que apuestan a la vida en pareja:

Susana Cart: –“Esta obra partió de la observación de un fenómeno que se venía dando a nuestro alrededor. De todas las parejas amigas contemporáneas a la nuestra, de más de veinte y dos años de convivencia, los únicos ”sobrevivientes” éramos nosotros. Y había una frase que era un común denominador en las separaciones: “cuando se fueron los chicos, me di vuelta y no sabía quién era este hombre o esta mujer…” La idea es esa ¿Qué le pasa a esa gente que no puede registrarse, que han perdido el contacto al punto de no reconocerse?”.

Arturo Bonin: – “Desde ya, al tratar de contar esto desde nuestra perspectiva, surgía un tono dramático que no era lo que pretendíamos, porque entendíamos, eso sí, que queríamos hacerlo desde el humor. Accidentalmente y presenciando un espectáculo de un amigo descubrimos una manera de mirar hechos dramáticos desde una perspectiva similar a la que queríamos y nos contactamos con el autor. Quedamos sorprendidos y aterrorizados ya que el mismo era un joven de 23 años al que de todas formas convocamos, y nos llevamos la enorme sorpresa de encontrarnos con una mirada (que él luego confesó) correspondía al hijo de esta hipotética pareja. Desde donde podía aportar esta cuota de humor imposible para nosotros.”

Susana: “Tratamos de reflexionar sobre lo que somos, e intentamos modificar lo que entendemos que puede mejorar la relación y por ende nuestra vida. Todo esto desde el humor, porque creemos que es un excelente vehículo para que el espectador se relaje y se identifique con lo que está pasando en el escenario.”

Arturo: “No damos recetas ni soluciones, simplemente, tratamos de cuestionar todo para que a partir del intercambio, surja una posibilidad de cambio.”

Susana: “Cuando comenzamos a representar estas obras, nos preguntamos ¿por qué la gente tendría que venir a vernos? Y pensamos que tal vinieran (y de hecho así fue y sigue siendo) porque van a pasar una hora tratando de entender que le pasó a esa pareja que tras 25 años de casados se separaron y se reencontraron después de dos años. A lo mejor esto, con una sonrisa, nos hace replantear algunas de las pequeñas cosas de la vida cotidiana de una pareja , que es lo más difícil.”

Arturo: “A lo mejor llegamos a vernos, porque siempre digo que el teatro es un espejo crítico de la realidad: quizás nos veamos reflejados críticamente y como nos sonreímos de ese exabrupto o de esa situación, podemos llegar a emparentarnos con esto desde otro lugar y decir, siempre con una sonrisa”.. a mi también me pasa esto, tendría que tratar de modificarlo. A lo mejor mañana…”

Que une y que desune a una pareja

Arturo: “Lo que une, amén de la atracción física, es la discusión, abrirse y sincerarse, contar lo que a uno le pasa, no lo que uno piensa. Asumir con responsabilidad la vida, la salud y la integración con el otro. Lo que desune es la indiferencia, el no hablar, los supuestos, los prejuicios.”

Susana: “Lo que une es la posibilidad de un trabajo ejercido todos los días, que implica mantener la independencia de la pareja del entorno familiar y social. Lo que desune es la deslealtad, la desconfianza, la competencia, el hacer responsable al otro de las desgracias de uno.”

Ambos: “Nosotros somos defensores de la convivencia. Muchas veces nos decimos que tendríamos, por lo menos, cuatro o cinco motivos diarios para separarnos, pero hemos tomado la decisión política de pelear por nuestros vínculos más profundos.” (3)

Concluyendo…

“Ante todo, el amor de pareja es una experiencia compartida por dos personas, pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para los dos personas interesadas… ” (Carson Mc Cullers)

En estas líneas finales quiero compartir algunas reflexiones muy sencillas como por ejemplo que en la desafiante y fascinante psicoterapia de pareja, muchas veces es más útil mostrar y practicar maneras de hacer las cosas de un modo muy diferente de las que vienen haciéndolas anteriormente y evitar la retórica argumentativa, aunque uno sea un brillante y carismático expositor (y mucho menos cuando uno no lo es).

También que vale la pena esforzarse para crear un buen clima de trabajo en equipo, el cual habilita a pedirles consejo a los mismos consultantes, a preguntarles como suelen cambiar o mejorar las cosas ( y seguro que alguna vez les ha sucedido, lo han logrado); qué herramientas, formas, estrategias utilizan cuando alcanzan los resultados deseados y sobre todo que considerarían ellos ayuda, muy concretamente, de parte del terapeuta.

Y, no por último menos importante, qué querría lograr en primer lugar uno y otro como resultado de la psicoterapia y no aceptar como respuesta frases hechas, estereotipadas, vagas e imprecisas, sino hechos concretos, objetivos puntuales, escenas relacionales realizables en un lapso razonable.

En segundo lugar, si tienen objetivos en común, igualmente específicos; y finalmente, en tercer lugar, si conocen los objetivos, las metas y anhelos de sus parejas o cónyuges y qué actitud tienen al respecto, a lo cual el otro miembro debe responder si percibe o no tal o cual actitud enunciada.

De esta manera, vamos construyendo en forma permanente, una percepción circular de la situaciones relacionales en donde siempre, ambos puedan percibir la co- responsabilidad de sus respectivas acciones.

Finalmente, sugiero preguntar lo más a menudo posible, si les sirve el trabajo que estamos haciendo y una vez más, cualquiera sea la respuesta y sobre todo si es afirmativa, preguntar qué es exactamente lo que les resulta útil y para qué les sirve, en que los modifica y si quisieran agregar alguna cosa o cambiar algo de los que venimos haciendo. A propósito de esto y como ejemplo paradigmático, en muchos casos discuto con los consultantes cuando vienen la próxima vez, qué frecuencia de trabajo prefieren, semanal, quincenal o tal vez necesitan más tiempo para alguna tarea encomendada. Siempre prefiero que ellos tomen la decisión, lo cual les permite ir apropiándose del proceso del cambio de acuerdo a su propios ritmos y los va llevando a incorporar la práctica permanente del consenso y del trabajo en equipo.

Parafraseando la cita de McCullers, diría que:

“Ante todo, la psicoterapia de pareja es una experiencia compartida por tres personas pero esto no quiere decir que la experiencia sea la misma para las tres personas involucradas. Están los que se aman pero estos dos proceden de regiones distintas o los dos tal vez no se amen por igual y sobre todo no describan ese amor exactamente de la misma manera. Y está el o la terapeuta requerido/a por la pareja, también procedente de una distinta región, de una cultura tal vez parecida pero siempre diferente, con su mapa teórico, más reducido o más amplio; con su entrenamiento profesional y sus experiencias de vida a cuestas en ese momento en particular; y con el amor que pueda transmitirles a cada miembro de la pareja y a la relación que los une ”.


 Sobre el artículo:

Artículo publicado en Sistemas Familiares y otros sistemas humanos, Buenos Aires, AÑO 23 – No 2 – 2007 (Revista de ASIBA, Asociación Sistémica de Buenos Aires).

Una versión ampliada de este artículo ha sido publicada como un capítulo del libro “El Baile de la Pareja, Trabajo terapéutico con parejas”, Luz de Lourdes Eguiluz (comp.), capítulo 5, página 113, titulado “Psicoterapia de Pareja: fe en el vínculo o el desafío del menage à trois”, 2007, Editorial Pax, México.


 

Sobre el autor:

El Lic. Des Champs es Psicólogo (U.B.A.) y Psicoterapeuta, de individuos, parejas y familia. Profesor adjunto de la carrera de psicología de la Universidad de Morón, co- titular de la primer materia sistémica de grado de dicha universidad. Profesor invitado en el posgrado de Gerontología y Familia en la Universidad

Maimónides. Profesor invitado en el IFATC, centro de formación de Terapias de la Comunicación, Lyon, Francia. Profesor invitado en maestrías de familia en la universidad Católica de La Paz , Bolivia y en la universidad Católica de Montevideo, Uruguay.

Docente fundador y supervisor de ESA (Escuela Sistémica Argentina, asociada al Mental Research Institute de Palo Alto y a la Escola de Terapia Familiar de Barcelona).
Editor de Perspectivas Sistémicas y director de Perspectivas Sistémicas On Line (www.redsistemica.com.ar; e- mail: info@redsistemica.com.ar ; deschamps0@arnet.com.ar .


Notas y referencias bibliográficas:

(1) Citado en Mianovich Miguel, “De lo Que Vio un Terapeuta Sistémico Frente a un Hecho Teatral”, Perspectivas Sistémicas no 73, Septiembre – Octubre 2002.
(2) Sennett Richard, “La Corrosión del Carácter”, 2000, editorial Anagrama
(3) Bauman Zygmunt, “El Amor Líquido”, 2005, editorial Fondo de Cultura Económica

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