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Porque en nuestros tiempos el clínico sistémico debe ser también un activista social

Por: Jose Ovidio Copstein Waldemar

En  la Asamblea Relates de 2017 yo propuse y se aceptó una moción para que Relates, en esta época de grandes disturbios políticos y sociales, reafirme  su apoyo incondicional a la democracia como el mejor sistema de gobierno.

Desde entonces, la situación política y social en muchos países ha empeorado aún más, y en Brasil especialmente, donde un presidente con perfil fascista ganó las elecciones de 2018 con 55% contra 45% de los votos válidos.

La terapia familiar comenzó en el contexto sociopolítico del final de los movimientos de liberación nacional y de la decadencia de las potencias coloniales. En Estados Unidos ocurrían grandes movilizaciones por los derechos civiles y en Francia las protestas de mayo del 68. En la misma época, junto con la idea de psiquiatría comunitaria en USA y Inglaterra aparecían las innovadoras comunidades terapéuticas, donde staff y pacientes psiquiátricos vivían en proximidad en muchas clínicas y hospitales.

Muchos de los pioneros de la Terapia Familiar eran personas progresistas. Gente que creía en los avances científicos y sociales para llevar a la humanidad a un nivel superior de evolución. Bateson a través de la teoría del Doble Vínculo en la esquizofrenia denunciaba  la situación de callejón sin salida del paciente psicótico. Minuchin en “Families of the Slums” describía la indigencia, la desorganización y al mismo tiempo los recursos de los más pobres y posteriormente con su equipo continuó trabajando con las familias más necesitadas y las agencias que manejaban sus destinos. Don Bloch, presidente del Instituto Ackerman, alzaba la bandera de la eliminación de las armas atómicas, motivado por la crisis de los misiles soviéticos en Cuba. La Antipsiquiatría  contribuyó mucho con la opinión de que la enfermedad individual estaba vinculada a la disfunción familiar y la disfunción familiar a la disfunción social.

En conjunto proponían un abordaje terapéutico que llevaba en cuenta las dimensiones políticas y socioculturales como contexto mayor de los dramas individuales y familiares.

Mi impresión de los colegas de formación en Terapia Familiar de aquella época era que también formaban un grupo progresista.

El final del siglo veinte trajo avances generales en justicia social, más democracia, más igualdad racial y de género, libertad sexual, respeto a los LGBT y protección social, pero estos avances son muy recientes y existe una tensión permanente entre las fuerzas progresistas y las conservadoras. La democracia y la tendencia hacia la igualdad de género aún sólo existen en mitad de las naciones.

En los años setenta, la investigación pionera del grupo Lewis en Texas contribuyó mostrando que la familia occidental saludable es un grupo flexible, con poder compartido, diálogo interno y tolerancia con las diferencias. Otro modelo conocido, el Circunflejo, de Olson, subrayaba en la familia la importancia del equilibrio entre las fuerzas de cohesión y de la autonomía para el bienestar del ser humano. Estos nuevos valores, libertad, igualdad de género, diversidad sexual, tolerancia se firmaron a lo largo del siglo XX, a través de la lucha y movilizaciones sociales de millones de personas. Para que se mantengan y desarrollen es necesario un contexto cultural y político que les dé soporte.

Pero en años recientes las cosas están cambiando. Valores opuestos como autoritarismo, violencia, desigualdad y exclusión están en ascensión. En muchos países los ricos son más ricos y los pobres más pobres y el desempleo vuelve a ser muy alto. ¡Los últimos datos revelan que las 26 personas más ricas tienen fortuna semejante a lo que poseen mitad de la población mundial! Ya observamos en muchos países un verdadero retroceso civilizatorio donde valores democráticos y los derechos humanos y sociales están siendo atacados. En todo el mundo la crisis con los migrantes está siendo manipulada para fortalecer grupos de odio y exclusión.

Nuestros colegas de la Sociología ya demuestran que la pobreza, el maltrato y abuso en la infancia están asociados con psicopatologías graves y la criminalidad. Otros estudios asocian desempleo con depresión y suicidio, principalmente en la clase pobre. Sabemos que el desempleo es mayor entre los jóvenes y en Brasil los psicólogos jóvenes están en su mayoría subempleados.

Queda muy claro que las reglas de los sistemas mayores disfuncionales cada vez más condicionan la disfunción de los subsistemas menores.

Mi lectura de la historia del siglo XXI es que solo el cambio simultáneo del individuo y la sociedad asegura nuevas formas de convivencia e incluso supervivencia. Las experiencias muestran que cambios sociales sin cambios individuales, familiares o culturales no aportan nuevas sociedades sustentables. Como en la inspiradora frase, “debemos ser el cambio que queremos para el mundo”.

La Terapia Familiar ha crecido mucho y hoy en los grandes centros universitarios ya no es difícil encontrar un terapeuta familiar bien entrenado y en las oficinas privadas eso es aún más fácil. Por lo tanto, más que simplemente continuar formando psicoterapeutas, opino que necesitamos junto con otros colegas hablar más de los problemas mayores del campo, tales como la fragilidad de las políticas públicas de salud mental, la influencia del “Big Pharma” en la medicalización de la Psiquiatría y salud mental y los límites y precios que los planes privados de salud imponen a los psicoterapeutas. Sin hacer estos análisis corremos el riesgo de continuar aislados y vivir en burbujas autistas, disfrutando de congresos hermosos.

Propongo que los pensadores sistémicos, como ciudadanos conscientes y coherentes, deben unirse a la lucha más general contra estas tendencias, defendiendo los valores que promueven la formación de familias y comunidades saludables.

Esta valorización de las cuestiones sociales y políticas, el Macrosistema, es muy importante en la Visión Sistémica. Ya observamos que la fragmentación científica común en la ciencia en general, también la encontramos en nuestro campo. Cada congreso ofrece un panorama de docenas de diferentes enfoques. Como dice la conocida metáfora, tenemos que hacer un esfuerzo para no perder de vista el bosque mirando los árboles. Si no, mismo que hablemos de Visión Sistémica, corremos el riesgo de mirar la terapia familiar como una técnica y no como una forma de pensar, como pienso que nos enseñaron los pioneros.

Cuando hablo que el pensador sistémico tiene que ser un activista social, no estoy diciendo que tiene que adherirse a partidos y sí que necesitamos salir de nuestra zona de confort y encontrar una manera práctica de apoyar  movimientos que promueven los valores en  que creemos,  y que son ahora tan atacados.

Quiero dar un ejemplo. Hace doce años ya buscaba una respuesta personal, queriendo actuar apoyando la población más necesitada. Como estaba rodeado de alumnos jóvenes psicólogos que tenían mucho tiempo libre, empezamos a trabajar en las escuelas públicas de primaria de Porto Alegre, donde estudian 70% de los estudiantes, con un programa voluntario para enseñar inteligencia emocional.  Este programa de 12 intervenciones en clase, de una hora, introduce la enseñanza del autoconocimiento, autocontrol, buenas relaciones interpersonales, cooperación, empatía y responsabilidad.

Somos pioneros en ese trabajo en Brasil y publicamos en el 2016 un artículo académico en una prestigiosa revista internacional que nos colocó  junto a los mejores programas de los países desarrollados. Nuestro desafío actual es formar profesores de la escuela pública que se conviertan en multiplicadores del método. Hasta este momento ya trabajamos con más de 1000 estudiantes.

Sugiero que el terapeuta sistémico está en una posición privilegiada para entender y contribuir con los avances  civilizatorios y resistir a la ola conservadora. Mucho de lo que pasa en la arena política no es tan diferente de lo que vemos por ejemplo en las parejas disfuncionales que acusan uno al otro, no se escuchan, hablan con odio y mantienen posturas rígidas. Sabemos que, para ayudar a estas parejas, necesitan desenvolver la capacidad de escuchar, tolerancia y flexibilidad, comprendiendo que la responsabilidad por el cambio es compartida y que todas las partes deben trabajar juntas si piensan construir una nueva realidad. “Trasplantando” lo que sabemos al campo político, necesitamos ir más allá de hablar solo con quien piensa como nosotros y empezar a dialogar urgentemente con quien piensa diferente de nosotros.

Cierto que, con los métodos de propaganda actuales, hay muchas personas ya perdidas para el fundamentalismo político, pero hay muchas otras que a través del diálogo – en Brasil por lo menos diez por ciento de los electores- pueden volver a votar en el campo progresista.

La Madre Tierra es nuestro mayor contexto.Los científicos nos dicen que tenemos mucha urgencia de cambiar nuestra forma de vivir en las próximas décadas. Si no adoptamos nuevos patrones de consumo para una vida más sencilla, si no abandonamos la matriz energética de carbón, vamos a acelerar más en dirección al desastre ecológico que ya se hace presente y afectará enormemente las futuras generaciones. Para eso solo cambiando para un nuevo estilo de vida, en el cual lo principal sean las buenas relaciones y no el consumo superfluo.

Ayuda mucho saber que la ciencia de la Felicidad nos dice que el camino para el Bienestar son exactamente las buenas relaciones y no el consumo superfluo. ¿Y no somos nosotros terapeutas los supuestamente expertos en buenas relaciones?

Uno de los retos importantes en este sentido es cómo tener satisfacción en dar pequeños pasos, en los pequeños aportes posibles, evitando la sensación de que somos una gota ineficaz en el océano. Sugiero tolerar la incertidumbre y no esperar resultados a corto plazo. Nuestro trabajo en las escuelas es una pequeña semilla que estamos sembrando, a cada año dependemos de nuevos voluntarios, pero ya empezamos a entrenar maestros como multiplicadores.

Mantengo mi fe racional en nuestra capacidad para encontrar soluciones creativas a los problemas que enfrentamos. Creo que es una fe racional, basada en la historia del ser humano que enfrentó y enfrenta tragedias y guerras, pero sigue encontrando soluciones para seguir adelante.

 

 

Psiquiatra, Profesor del Instituto da Familia de Porto Alegre.

ovidiowaldemar@gmail.com