Adicciones, Depresión, Desórdenes de Alimentación y otras patologías relacionadas con niños y adolescentes
Simposio: J. L. Linares, A. Costales, C. Campo y H. Serebrinsky
Dr. Juan Luis Linares
El Dr. Linares abre la mesa con una reflexión acerca de la doble vinculación que existe entre el adolescente y la sociedad: por una lado la negación del pasado y la necesidad de apuntar al presente y al futuro, junto con el amor y la arrogancia, valores casi sacralizados por la sociedad; sin embargo, después cuando el adolescente pone en juego esas mismas cualidades la sociedad le cuestiona. Por una parte se le mitifica y por otra se le critica.
Así la respuesta del adolescente será desafiante y rebelde, como consecuencia lógica. Parece importante considerar que por ejemplo la rebeldía incorpora el contrario, bipolaridad semántica. Frente al constructo rebeldía nos vamos a encontrar el constructo rendición.
Al hablar de suicidio se referirá al suicidio depresivo. Su primer contacto fue de forma vivencial. Llamaba la atención en la prensa las noticias de niños y adolescentes. Antes fue noticia, ahora ya no -quizá ahora el interés de los periodistas se ha desplazado hacia el violencia de género. La tónica de aquellas noticias: “no sabemos qué ha pasado. Es una familia normal, integrada, el chico no había manifestado problemas y sin embargo un día, un fracaso puntual en el colegio, un enfrentamiento con alguien y llega a casa y se suicida”.
A continuación el Dr. Linares nos habla de un caso clínico. Un chico de unos 13 años remitido, junto con su familia, a terapia familiar a raíz de que se hubiese arrojado por una ventana con una altura de 5 pisos. El chico sobrevivió gracias a un tendedero de la ropa que amortiguó la caída. Después de las operaciones pertinentes para recomponer físicamente al muchacho, llegan a terapia padre madre y los dos hijos: el paciente identificado y su hermanito de 8 años.
La primera sesión fue un suspiro de la madre, que mirando a su marido y al Dr. Linares, dice: “Tengo tres hijos, y el peor es el más mayorcito”. Claramente se esta refiriendo al padre, un hombre de alrededor de 40 años. La madre alrededor de los 50. La diferencia de edad apenas tiene importancia, pero cobra importancia cuando el padre había estado obsesionado con la virilidad de este hijo: “¡No seas nena!”.
El hijo tenía 13 años, con formas un poco infantiles, propias de su edad. Sin embargo, el apremio del padre era muy importante. Curiosamente, la reacción de la madre consistía en decirle al chico: “Hijo, no preocupes a tu padre, ya sabes cómo es”.
¿Qué podía hacer el hijo frente a tal hiper-exigencia imposible de satisfacer? ¿apretar para crecer más rápido?, reflexiona el Dr. Linares. Además de la hiper-exigencia el muchacho se encuentra con otro ingrediente fundamental: la descalificación de su padre y no ausencia de protección de su madre.
Un buen día en el colegio tuvo una pequeña pelea en el colegio que le dijo: “¡nena!”, algo normal entre niños, el profesor se rió y el chaval se hundió. Al llegar a casa dejó una nota de suicida depresiva, “no os preocupéis” pero a la vez una nota culpógena que como buen depresivo sufre la culpa y sabe hacerla sufrir, finaliza el Dr. Linares.
Dra. Alicia Costales
La Prof. Costales inicia su disertación ofreciendo unos datos sobre la población ecuatoriana:
- EL 38% de la población de Ecuador son niños y adolescentes.
- La primera o segunda causa de muerte de estos adolescentes es el suicidio.
- Se observa también un crecimiento de los casos de anorexia y bulimia.
Desde su experiencia en la práctica clínica corrobora las comunicaciones de otros colegas en el congreso referente a la adolescencia. Se refiere a la adolescencia como un ciclo lógico entre la infancia y vida de adulto. El adolescente pasa de una infancia donde vive una “identidad prestada” de los padres, a una identidad más autónoma haciendo uso de la rebeldía para conseguirla.
En la mayoría de las adolescentes con síntomas de anorexia y bulimia se observa una madre controladora y fusionada con la hija, donde la hija intenta demostrar su individualidad pero se ve atrapada. Esta posición pasiva termina como un fracaso porque llama a los papás a un mayor control. Mayor control que lleva al psicólogo que hace un diagnóstico y de ahí derivada a un terapeuta familiar. De este modo acaba interviniendo un sistema todavía más controlador.
La profesora Costales trabaja en estos casos desde la alianza terapéutica, fuera del control y dando bienvenida a la narración de la adolescente.
La profesora nos presenta el caso de una niña de 15 años, traída por los padres y negada a participar en la sesión. La posición de la terapeuta es clara: “no puedo iniciar la terapia viniendo de esta manera, sólo si ella quiere. Ven cuando estés preparada”. La sesión comienza y termina de esta forma pese a la frustración de los padres.
La niña volvió por su propio pie al cabo de unos meses. Cuando esta paciente analizaba su relación con el síntoma decía: “para mí vomitar es lo único que tengo, puedo aliviarme. sino me corto más”.
Los objetivos terapéuticos consistieron en separar la simbiosis con la madre, reponer la diada con la madre y hacer que el padre regresara ya que había tenido una buena relación en la infancia que había cambiado al comenzar la adolescencia. La conducta de la paciente se mostraba un tanto ambigüa: por un lado quería el acercamiento pero por otro le estorbaba la gente muy cerca.
La profesora comenta que el psiquiatra recetaba Prozac a esta paciente y que quizá, gracias a esto, ella se mostraba menos impulsiva, lo que mejoraba la frecuencia de los cortes.
Más adelante, durante el proceso terapéutico se observa a una adolescente triangulada, que ayudaba a la madre a procesar una infidelidad del padre.
Después de año y medio de terapia familiar, la adolescente dejo de vomitar y de cortarse. La Dra. Costales concluye comunicando el resultado de esta intervención, donde la paciente tomó el control de sus síntomas: “Yo decido cuando vomito y cuando soy anoréxica”.
Dra. Carmen Campo
La Dra. Carmen Campo nos presenta una investigación realizada con pacientes diagnosticados de Trastorno Límite de la Personalidad: “Adolescencia y trastornos de personalidad límite indicadores de riesgo desde la perspectiva relacional”. La presentación de esta investigación sirve como una reflexión sobre la necesidad de trabajar la prevención en los adolescentes.
Esta investigación se realiza con una muestra significativa donde la mitad de los pacientes eran jóvenes adultos (entre 18 años y 26 años) y la otra adultos de mayor edad (entre 28 años y 34años), con quienes realizó un seguimiento después del tratamiento.
El objetivo de la investigación consiste en observar los factores que pueden prevenir los trastornos de personalidad límite.
Se parte de un diagnostico clínico que se amplia desde la perspectiva relacional que incluya las experiencias significativas con las personas de referencia. Sesiones individuales y sesiones conjuntos, identificar la conducta normal y patológica. Modelo psicoterapéutico: vínculo estable y continuo con el terapeuta.
Diagnóstico relacional: ¿Qué está pasando ahora y cuáles fueron las variables más determinantes que lo facilitaron?
Desde una perspectiva diacrónica, explica la Dra. Campo, se han observado los acontecimientos más relevantes, como síntomas de trastorno de conducta en la adolescencia que habían sido anteriormente tratados en base a la demanda de los padres con psicoterapia individual que no funcionó pero que si facilitó el diagnóstico de Trastorno de la Personalidad. También se ha observado el significado que estos acontecimientos habían tenido para los diferentes miembros de la familia.
Desde una perspectiva sincrónica se han observado las interacciones presentes y las atribuciones de significado que se le daban a éstas.
El diagnóstico en la familia de origen se ha establecido en base a la parentalidad y conyugalidad. También se ha estudiado la fratría en el caso de que el paciente tuviera hermanos.
En la parentalidad se ha estudiado en el paciente los afectos recibidos de los padres y el aprendizaje de las normas. En los lazos afectivos se ha estudiado la necesidad de pertenencia y apego, y la necesidad de diferenciación y autonomía.
En la socialización se ha estudiado la posible negligencia o abuso sexual. En lo normativo se ha estudiado la mayor o menor exigencia de los padres en el aprendizaje de las normas.
En la conyugalidad se ha estudiado la presencia o ausencia de conflictividad entre los padres y si hubo separación cómo fue ésta, consensuada o litigante. Además si se había “instrumentalizado” al hijo en este proceso de separación. Finalmente se estudió si en la convivencia había habido hostilidad en el hogar.
En los casos estudiados se observo la aparición de síntomas de trastorno de conducta en la adolescencia y tratada a petición de los padres psicoterapia individual, que no funcionó y que después facilita el diagnóstico de trastorno de personalidad.
Los adolescentes llegan a terapia obligados por sus padres, presentando después en las sesiones conductas de resistencia pasiva o ambigüedad, quizá con la curiosidad y esperanza de que finalmente alguien les entienda.
Los padres por su parte llegan extenuados por los “pulsos” que echan con el adolescente y que éste finalmente acaba ganando. La separación del hogar, por ejemplo ingresando a adolescente en un internado, como medio para facilitar una mejora en el rendimiento escolar, en realidad habría fracasado al conseguir el adolescente ser expulsado en base a su mala conducta.
Las experiencias antes de los síntomas serán diversas, pero se repiten patrones “disfuncionales” en torno a: la vinculación afectiva y la socialización.
Primero gran cercanía emocional con uno de los progenitores. Con frecuencia el padre aparece como una figura distante en lo emocional y en lo físico de quien se espera reconocimiento y valoración. La relación con la madre en la mayoría de los casos una relación muy fusional, el hijo o la hija, antes de la adolescencia era el interlocultor para escuchar confidencias de la madre, además de la cercanía física (por ejemplo: dormir con la madre).
En cuanto a las normas alta exigencia por un progenitor y alta permisividad por otro de los progenitores. La educación de los hijos era el tema más conflictivo entre los padres. Se tendía más al castigo que a la recompensa después de la aparición de los síntomas.
Se produce un cambio en la conducta de los hijos. En todos los casos que se ha podido reconstruir las conductas antes de la eclosión de los síntomas los hijos habían sido modelos y su grupo de pares entraría dentro de la normalidad, es después cuando progresivamente el adolescente se va alejando de los parámetros sociales adecuados.
Se había producido un deslizamiento entre los afectos y la socialización. La cercanía emocional con un progenitor por un lado y la lejanía con el otro, habrían dificultado en el adolescente el acercamiento a un punto medio que le facilitara la diferenciación y autonomización.
La dificultad de los hijos: Sentirse querido por lo que es y no por como se porta. Sentirse autónomo y bien consigo mismo, al mismo tiempo que querido por sus padres.
Los padres pueden y deben enfadarse por un mal comportamiento del hijo, lo contrario mostraría una falta de interés. Nada justifica la ruptura del vínculo afectivo con los hijos, a veces rechazados y expulsados de la familia de origen.
Optimismo, es posible cambios incluso en los casos más graves. Al finalizar el tratamiento habían remitido los síntomas, se habían conseguido los objetivos de mayor autonomía y mejora de las relaciones interpersonales en la muestra de pacientes de adultos de menor edad. No así en los pacientes de mayor edad, lo cual hace pensar que cuanto antes se pueda empezar a trabajar mucho mejor.
Además el trabajo con este tipo de pacientes suele ser largo y laborioso para poder interiorizar los aprendizajes que se puedan realizar, finaliza la Dra. Campo.
Dr. Horacio Serebrinsky
Presenta de un caso clínico de un muchacho de 21 años que viene a la sesión de terapia familiar con su madre y con su hermana con quien convive. “El paciente identificado es el adolescente que según la familia es la causa de los problemas familiares. Familia con desacuerdos verbales y no verbales, reproches, descalificaciones, la simetría y sus escaladas hacia la razón y el poder, librar la independencia, la pertenencia, la indefensión y la locura, los juegos familiares, las reglas…”
La sesión de Horacio finaliza con una máxima: “Qué mayor locura que hacer algo una y otra vez y esperar resultados diferentes”.
La cantidad de jóvenes a los que se les diagnostica depresión está creciendo a un ritmo alarmante. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “la depresión es la principal causa de enfermedad y discapacidad entre los adolescentes de ambos sexos de edades comprendidas entre los 10 y los 19 años”. Los síntomas de depresión pueden aparecer en cualquier etapa de la adolescencia e incluir trastornos del sueño o del apetito y cambios de peso. También aparecen sentimientos de angustia, desesperanza, tristeza y baja autoestima. Otras señales son: deseos de estar solo, problemas de concentración o de memoria, ideas o acciones suicidas y problemas médicos sin causa aparente. Al hacer su diagnóstico, los profesionales de la salud se fijan en que varios de estos síntomas se den a la vez, se prolonguen bastante tiempo y alteren la vida normal del paciente. POSIBLES CAUSAS Según la OMS, “la depresión es el resultado de interacciones complejas entre factores sociales, psicológicos y biológicos”. A veces, la depresión viene de familia. Eso indica que puede haber algún elemento genético que afecte el equilibrio químico del cerebro. Otros factores de riesgo son las enfermedades cardiovasculares y los cambios en los niveles hormonales. Además, abusar del alcohol o consumir drogas durante mucho tiempo puede provocar depresión o agravarla.
Aunque un poco de estrés no es malo, estar sometido siempre a una tensión excesiva es muy dañino para el cuerpo y la mente, y puede acabar hundiendo en la depresión a jóvenes más propensos a deprimirse. Claro está, como se ha mencionado, aún se desconocen las causas específicas de la depresión, que pueden abarcar varios factores. Algunas situaciones que generan estrés a los adolescentes son la separación o el divorcio de los padres, la muerte de un ser querido, el maltrato físico, el abuso sexual, un accidente grave o una enfermedad. * Existen cientos de enfermedades, medicamentos y drogas ilegales que afectan el estado de ánimo, lo que subraya la importancia de que sea un profesional de la salud quien efectúe el diagnostico.
Al parecer, hay más chicas con depresión que chicos. Una causa puede ser el estrés que genera sufrir acoso o abuso sexual, emocional o físico, que es más común en las chicas. Sharon Hersh, consejera profesional, escribió: “Cuando chocan un temible mundo externo y un turbulento mundo interno, a veces el resultado es abrumador y confuso”. Además, el concepto del cuerpo “ideal” que fomentan los medios de comunicación también puede provocarles mucha presión. Si una chica cree que no es atractiva o se preocupa demasiado por lo que los demás piensen de su aspecto, tiene más probabilidades de caer en depresión.
La Biblia dice: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). Jehová, nuestro Creador, sabe perfectamente como nuestra crianza, vivencias y composición genética influyen en nuestras emociones y actitud ante la vida. Por lo tanto, puede darnos la ayuda y el consuelo que necesitamos, y quizás lo haga a través de personas cariñosas y comprensivas. Pero eso no es todo. Llegará el día en que Dios nos cure todos nuestros males, sean físicos o mentales. “Ningún residente dirá: “Estoy enfermo” promete Isaías 33:24. Sí, la Biblia asegura: “[Dios] limpiara´ toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor” (Revelación [Apocalip sis] 21:4). ¡Que´ animador! ¿No te pare ce? Si quieres saber más sobre lo que Dios hará por la humanidad y la Tierra lee la Biblia a diario. Puedes hallar mucha información muy útil en el sitio jw.org.
Muchas gracias por tus comentarios, esperamos que hayas disfrutado el texto.